Qué es el Estado laico y qué hacen las autoridades por promover y respetar los principios de la laicidad.

Pues, es lamentable que nuestras autoridades, de forma recurrente, dejen de lado los principios del Estado laico, que emanan de nuestra Constitución (Art. 2°, inc. 3), y busquen el recurso populista y demagógico de recurrir a las creencias religiosas, para obtener el apoyo popular. Y aunque es verdad que estos principios se encuentran mediatizados por lo ambiguo que resulta el artículo 50° de la Constitución, respecto a la vinculación del Estado con la Iglesia Católica, también es verdad que, el Estado peruano, desde su creación, tiene como aspiración la concresión de una Estado laico, fiel a los principios de la modernidad, que sirvieron de base para la creación de nuestra República.

Por otro lado, es incotrovertible que la religión es un asunto personal, que la fe y los cultos religiosos, tan diversos y tan sectarios, no atañen ni interesan a todos los ciudadanos por igual y que esta fe religiosa no puede ser impuesta o siquiera mostrada en el ámbito de la función pública, por los efectos que puede traer para los ciudadanos que no comparten esa fe. E incluso, para los que la comparten, pudiendo acarrear las preferencias que muestre el funcionario (desde el presidente hasta el último empleado) actos de discriminación.

Esto sin duda es un rezago de nuestra formación conservadora, del poder de las iglesias, de nuestra precaria educación y de la subsistencia aún de una mentalidad mítica y mágico religiosa por encima de una mentalidad racional y científica. El resultado del inadecuado manejo de nuestros temores y el daño que hace la ignorancia sobre temas que otras sociedades más modernas ya han superado, gracias a una educación abierta a los cambios y a las herramientas que provee la ciencia y la investigación científica, que no solucionarán del todo los problemas que afronta la humanidad, pero, no nos dejan expuestos a los planes de los charlatanes y manipuladores de siempre, que se suben a un atrio, un púlpito o un escenario para estafar por partida doble a sus feligreses: en el ámbito espiritual y material.

Francia, cuna de las libertades y del establecimiento y difusión de los derechos fundamentales, nos puede dar lecciones respecto de lo que constituye la laicidad y el Estado laico, cuando señala en un material publicado por su Ministerio de Asuntos Exteriores, que:

"La laicidad es un resultado de la separación entre el Estado y las religiones. El Estado es neutro desde un punto de vista religioso y se prohíbe cualquier injerencia en la vida de las distintas religiones presentes en Francia. De forma recíproca, la pertenencia a alguna religión de los funcionarios o de los usuarios no puede interferir en el funcionamiento de los servicios públicos.

Con todo, la laicidad no supone negar las religiones. No se trata de una opción espiritual específica sino de la condición para que existan todas las opciones. Por lo tanto, es un principio relacionado con la libertad. También permite el respeto de las elecciones personales más íntimas en una sociedad abierta."

El Estado laíco es más que una aspiración, en circunstancias en que estamos retrocediendo respecto de la plena vigencia de los derechos humanos, en circunstancias en que se reytrocede en la búsqueda de una educación de calidad, en circunstancias en que parece escapar a nuestras posibilidades lograr una sociedad inclusiva, tolerante y con aceptación de todos. Y en la medida que se verifica un repunte del conservadurismo extremo y un radicalismo de derecha que quiere tirar abajo todo lo alcanzado por la sociedad en materia de derechos fundamentales.