Mañana empezará mi personal feria del libro, con los que tengo repartidos en los stands y libreros de mi casa.

En los días previos organice los espacios por temas, por obras, por autores, sin llegar a la rigurosidad de una biblioteca, ni a la vistosidad y decoro de las librerías.

Habrá solo una semana para disfrutar de los siempre novedosos ejemplares (aunque sea porque estarán todos muy limpios). Veré como hago para tomar tiempo prestado a las obligaciones familiares, al trabajo y a los textos que me reclaman que los concluya de una buena vez.

No es que vaya a buscar los libros solo en estos días, porque durante todo el año están ahí, esperando que los descubra y los tome, los lea a un costado del estante, los huela, los mire con cara de conocedor o me los lleve a hurtadillas.

Aunque la mayoría de los que he tomado durante el año, ha sido para atender las necesidades del trabajo, mejorar mi precario conocimiento o cubrir las horas libres, con alguno que otro libro que dejo de leer, que leo al mismo tiempo que otro, o que termino de leer, luego de varias semanas o meses.

Pero durante esta feria trataré de disfrutarlos a todos, como si los viera por primera vez, como si no hubiese tenido ningún libro antes en los anaqueles de mi biblioteca, como si ya hubiese leído todos los que tengo en mi poder. Y obviaré el hecho que no huelen a nuevo, pero sí a respetable antigüedad.

Mañana empezará la feria del libro en mi casa de Lima, que está en las alturas de Jesús María. Que ya no es la más alta de la zona, porque sobre mi altura han construido en los alrededores muchos pisos más.

Haré campaña publicitaria e invitaré a mi familia a disfrutar de los libros, y les pediré que hagan como si no los hubieran visto aún. Tal vez invite a unos amigos, que vendrán de buena gana a ver la novedad, que también de eso se trata una feria, de morbo y curiosidad. Y aunque no tenga el glamour de una feria mayor y el ambiente comercial que las domina (que después de todo no está del todo mal), espero que no falten las fotos, los círculos de lectores y escritores, la presentación de sus libros o sus proyectos, y el pavoneo de los participantes, con aires de intelectual. Algo de esa fantasía que trae el creerse protagonista de la cultura. 

Para no atosigarme de libros, combinaré las horas con películas, musicales, paseos por las ciudades del mundo, música que me rete, y conferencias, que buscaré en internet. Los que me pongo todas las noches, incluso, cuando estoy trabajando, para saber que estoy vivo. Porque no hay nada más efectivo que la rutina, la falta de retos y compromisos, para que se lo trague a uno el aburrimiento y deje de existir.

Ahora bien, como se trata de una semana que espero sea festiva, voy a preparar un programa de eventos: con un tema central (puede ser el clima, la guerra, la crisis política o la pandemia, ya veré), con agasajos a grandes literatos, colocando sus libros en ese estante que tengo sobre mi computadora, que es una suerte de altar. Con charlas, presentaciones de libros: El que acabo de publicar, el que publiqué hace unos años, las revistas donde tengo publicados cuentos y poemas, el anuncio de los dos que voy a publicar este año.

Seguramente no estaré todos los días en mi feria. Dejaré que el misterio la envuelva, y cuando regrese a ella, haré de cuenta que ha seguido teniendo actividad cuando yo no estaba allí.

Y es que, en estos días, que también organizan ferias del libro en otros lugares, no me anima el mezclarme con los miles de visitantes a estos espacios, en los que predomina el negocio por sobre la actividad cultural. Prefiero caminar por la ciudad para seguir recibiendo el influjo de la realidad, y alejarme de todo lo que sea superficialidad.

Mañana empezará mi feria del libro, y cuando ya se agoten mis búsquedas, mis hallazgos y mis adquisiciones, tal vez me quede tiempo para ir a esas otras ferias permanentes, de raigambre popular, de libros de segunda y ofertas de ocasión, que siempre ofrecen sorpresas y se organizan en muchas partes de la ciudad. A donde iré a comprar uno que otro libro que podré disfrutar la próxima feria de mi hogar, si es que no lo necesito antes para trabajar o no me llame insistentemente cuando pase por el lugar en que lo deje.

Eso sí, veré si después de pagar deudas, cubrir obligaciones y satisfacer necesidades materiales, me queda algún dinero extra para gastar, porque la vida que llevamos da para sobrevivir, no para vivirla plenamente.

Salvo las horas que pasamos leyendo y escribiendo, cuando, por unos momentos, somos plenamente dueños de nuestra existencia...