La historia de la manipulación o distorsión de la información, o la desinformación, es tan antigua como las ciudades y sus habitantes, ávidos de noticias y tan propensos al control de los poderosos.

En el Perú, es un fenómeno que se va a instalar con mayor fuerza desde incios del siglo XX, en diarios o periódicos (El Comercio, La Prensa ) y posteriormente la radio. Pero no será sino con la televisión, y más adelante con la internet que la manipulación mediática cobrará protagonismo. 

El surgimiento de la prensa amarilla tendrá un efecto impactante en las ciudades, y en particular en Lima, donde esa prensa de bajo costo buscará atraer a la masa de las clase popular con notas sensacionalistas y un uso de un lenguaje en el que predominaba la jerga o replana. Como ocurrió a partir de 1952, con el diario "Ultima Hora".   

En los 60 y 70, en tiempos en que la prensa estaba "parametrada" o controlada, esas noticias  (o más bien chismes) que aparecían rodando a gran velocidad por la ciudad, fueron llamadas "bolas". Era información no verificada que iba de boca en boca, y podía tener un efecto destructivo sobre la sociedad, pues lograba generar miedo y reacciones desproporcionadas. Como aquella vez, antes de las elecciones de 1980, cuando se dijo que, si ganaba el candidato del APRA habría golpe de Estado, o las veces en que, como hoy, se anunciaban saqueos, terremotos o alzas de precio.

En los 80, con el resurgimiento de la prensa amarilla y la aparición de la TV sensacionalista, se manipuló y se buscó desinformar a la población con fines crematísticos y políticos. Como pasó durante el primer gobierno de Alan García, cuando la crisis económica y el terrorismo, generaban incertidumbre, y el temor se había apoderado de la gente.

En los 90, el Fujimontesinismo manejó la prensa “chicha”, para organizar psicosociales y manipular de ese modo a la población, por los fines ya conocidos de control del poder y encubrimiento de las corruptelas. Como ocurrió cuando se hicieron aparecer vírgenes que lloran o se atacó directamente a los opositores, creándoles historias truculentas para difamarlos. Incluso, cuando se lanzaba información falsa o inexacta relacionada con el accionar de los terroristas, para generar tenor y de ese modo mantener sometida a la población  (como cuando se soltaban rumores acerca de los “paros armados”, que se esparcían por la población como una suerte de virus sumamente contagioso).

Hoy, en las redes sociales (twitter, Facebook, Instagram, etc.), hay personas desinformadas, temerosas o mal intencionadas, que producen fakenews (noticias falsas), que se viralizan y se convierten en la destructiva POSVERDAD, cuando llegan a los medios formales, tanto en las mismas redes como en la prensa escrita y televisiva, y a partir de ahí empiezan a recibir una aparente legitimidad, derivada del prestigio del medio y sus periodistas, a quienes, en muchos casos no importa o no conviene verificar la certeza de la información, porque se prefiere la novedad y la inmediatez (en un mundo de salvaje competencia) a la propia credibilidad del medio, que puede soslayar tal situación, pues la gente tiene muy mala memoria y se deja encandilar por la siguiente información, que, de ser cierta, le devolverá automáticamente confianza al que compartió falsedades.

Es lo que ocurre ahora, cuando los medios que se han declarado en abierta oposición al gobierno del presidente Pedro Castillo, y sirven a la denominada "derecha golpista", contribuyen a sus afanes por capturar de nuevo el poder,  y de esa manera pasar del incapaz presidente al nuevo presidente, que podría ser muy capaz de volver a meterte las manos al bolsillo, pero esta vez con anuencia de los medios hegemónicos. Como antes ha ocurrido. 

La desinformación, manipulación o distorsión es parte de un círculo vicioso, que se puede cortar si proporcionamos a los niños la educación necesaria para que manejen en forma adecuada la información.

Si queremos empezar a dejar de ser un país subdesarrollado y lograr el control de nuestra propia realidad, debemos empoderarnos, aprendiendo a manejar la información en nuestro propio beneficio, y no dejar que esa información distorsionada o manipulada nos maneje.

Un país bien informado, no solo evitará repetir errores, sino además, buscará la manera de servirse de ese pasado de manipulación y desinformación, para protegerse de quienes por décadas han usado las "bolas", la prensa chicha y la posverdad para beneficiarse, y voltear la página, para escribir lo que realmente está ocurriendo, pero, esta vez con papel limpio y tinta fresca.