ESTACIÓN POÉTICA 

(Preámbulo del poemario Estación Dividida, Lima, 2021)

Después de escribir un poema haces otro, desechas los dos y lo intentas de nuevo, y la noche languidece sobre tus ojos, pero quieres seguir intentándolo, hasta que llega un verso mágico, como una llave que abre las puertas del ingenio, y brotan todos los demás, en tropel, como una incontenible avalancha de palabras.

Sientes que la sangre se enciende, sientes que debes apresurarte antes que las ideas fuguen, sientes que no puedes controlarlo y escribes sin detenerte, con profusión.

Entonces lo lees, una y otra vez; te satisface el primer verso, los otros no llegan a complacerte; corriges, tratas de corregir, pero no puedes; dejas de pensar un momento en el poema, lo vuelves a leer, y tu oído empieza a acostumbrarse. De tanto repetirlo, haces que se escuche bien, de tanto decírtelo ya empieza a parecerte un poema… pero te engañas, estás escuchando tu propia voz, no la voz de los versos.

Piensas que solo si lo leen otros lo sabrás, pero sabes que ni aun así podrás descubrirlo, porque desconfías de los demás. Ellos no son poetas como tú, y aunque te guste escuchar halagos, recibir aprobaciones, leer comentarios que derrochan admiración y creerte un elegido, sabes que nada es seguro.

Lo único verdadero es que no eres poeta antes de haber concluido un poema. Uno que deja de ser tuyo.

El día resurge en cada palabra. Sigues escribiendo y publicando con dedicación, hasta que alguien, desde unas líneas generosas te cuestiona, diciéndote que no eres poeta porque escribes para los demás, te dicen que eres más bien un complaciente escribidor, o un pergeñador de frases intrascendentes.

Y en verdad, tú eres poeta cuando lo que expresas es honesto y puedes arroparlo de sorpresa, de belleza y de misterio, aunque no lo quieras compartir, porque la poesía se hizo para que cada quien pueda descubrir la hondura humana, la propia y la de los demás… ya es de cada quien tratar de conectarla con el resto de la humanidad. Algo que a veces se logra y se hace la luz sobre el poeta, pero, en ocasiones, todo no es más que apariencia que el tiempo se encarga de cubrir de olvido o vacuidad. Y también hay ocasiones en que el poeta puede morir antes de nacer… cuando el silencio se traga la palabra.

Así pues, aunque toda la poesía es una misma voz continua, que se nutre de la existencia y fluye de la figuración a la palabra, aunque, también hay poesía singular, que, como ocurre en el universo, surge de vez en cuando con un intenso resplandor, rescatándonos de la complacencia y deshaciendo el caos. Y también, está aquella que no llega a ser realidad, pues se queda en los bordes de la palabra o se hunde en el silencio, donde no puede encontrar su voz, y el poeta muere sin saberlo.

Y es que la poesía no puede sobrevivir en el mutismo, pues la poesía es una fuerza del universo, a la que puede dar forma un delicado susurro o un exaltado fragor.

Larga y frágil es la palabra que no dice nada, como un tembloroso beso a la ilusión o una exhalación que no acaba.

No es un poema el que no canta, ni el que ríe sin sentido en la pena o llora porque no hace falta reír. Poema es un momento de silencio antes de la exaltación desenfrenada pues el ansia que empuja a los versos dice muchas cosas, aunque pareciera que no está diciendo nada.