Otra vez, como ocurrió el año pasado (2020), en el momento más álgido de la pandemia (y contra lo cual no se hizo nada), los hinchas de Universitario han vuelto a hacer de las suyas, en una ciudad que necesita paz, pero en la que, un grupo de ellos, de manera concertada, ha reventado fuegos artificiales, demostrando no importarles una mierda los vecinos (disculpen el exabrupto, pero no se merecen menos). Incluso, sin importarles los que descansan en hospitales. Como ha ocurrido en Jesús María, cerca al Hospital de Policía. (Policía que, por su propia incapacidad, hace tiempo ha sido desplazada por el Serenazgo y ya pronto lo harán los ronderos).
Me gustaría decir que fueron malos hinchas de la U, pero eso no es exacto, porque hay más de un “buen hincha” que lo justifica y hasta lo festeja (y seguro saldrán a refutarme, pidiendo tolerancia, señalando que exagero, o inclusive aludiendo a mis simpatías futboleras)
Ahora bien, más allá de la protestas de los vecinos por haber alterado su tranquilidad, hay que decir que este caso no es anecdótico ni aislado, es consecuencia de los problemas subyacentes en una sociedad como la nuestra: desestructurada, anómica y con una educación paupérrima.
En el Perú de estos días hay (entre otros) dos espacios que desde hace décadas son los repositorios de males como el autoritarismo, la prepotencia, la discriminación, el fanatismo, la violencia y la corrupción. Estos son: El fujimorismo y las barras bravas de los clubes capitalinos. Principalmente Universitario y Alianza.
Si se quiere una sociedad democrática, es hora de abordar estos problemas y solucionarlos.
Si no se quiere más violencia en la ciudad, más personas alejadas del fútbol (y más bien capturadas por las apuestas) y más niños siguiendo esa ruta de pobreza moral y distorsión ética, es hora de abordar estos problemas y solucionarlos.
#YDaleAlPeruEducacionDeCalidad
#ArribaLaDemocracia
#VamosAConstruirJusticiaYPaz