Los amigos, familiares y mis estudiantes me preguntan: ¿Por quién voy a votar?

Cuando de elegir se trata, cuentan dos cosas: información y criterios.

Información para saber quién es quién y cuál es su propuesta, así como los criterios para escoger entre los candidatos o para no escoger al candidato equivocado.

Aquí les presentamos algunos de esos criterios.


1.-
CANDIDATO(A) HONESTO(A):

El primer criterio, que destaca, no por ser el más importante, sino el más urgente hoy, es la honestidad, no tener una trayectoria limpia debería descartar al candidato. Estar vinculado o haberlo estado con quien o quienes han incurrido en delitos o faltas a la ética, sin haber establecido un claro deslinde de tales personajes, también deberían descalificar al candidato.

Hoy ya no estamos para darle a nadie el beneficio de la duda. Bastante daño nos ha hecho en el pasado creer que los corruptos habían aprendido la lección. Si cabe la comparación, el Perú es como una gran empresa, nuestra empresa, y nadie contrata para gerenciar su empresa a un personaje que en el pasado le ha robado, mentido o se ha equivocado en el manejo de cualquier negocio.

Es verdad que resulta difícil saber si el candidato es realmente honesto, pero un examen básico de sus antecedentes y de sus actitudes deshonestas a la hora de participar en el proceso nos pueden dar una idea de quién es realmente ese candidato. Tal el caso de quienes no les importa los medios, pero se suben a cualquier coche (partido o agrupación política que funciona como “vientre de alquiler”) para llegar, o de quienes, a sabiendas que su propuesta es imposible, nos mienten acerca de su posibilidad.

Adicionalmente, debe llamarnos la atención la falta de transparencia de los aportes, los aportantes y el gasto realizado en campaña. Muchas campañas son en realidad apuestas de organizaciones que lindan con el delito y de paso, lavanderías de dinero sucio.


2.- PROGRAMAS VIABLES:

Lo segundo tiene que ver con la presentación de programas de gobierno, que no suelen exponerse públicamente ni son objeto de análisis en los medios.

Candidato que no presenta un programa de gobierno o éste resulta inviable, no debiera tener oportunidad siquiera de participar.

En la actividad privada, en la investigación científica o incluso en el mundo del arte, si se quiere participar en una convocatoria, se requiere presentar un programa o propuesta, que será evaluada antes de elegir al ganador.

Pero, lo más importante -que es precisamente un indicador de la ausencia de propuesta o de la debilidad de las mismas- es cuando el candidato propone generalidades o presenta alternativas inviables, como renunciar en favor de los privados la negociación y compra de vacunas, que es acción que le corresponde a los Estados en todas partes del mundo, o proponer reactivar la economía en pocos meses sin decir cómo, o reducir el desempleo con obras que aún ni siquiera se planifican, o eliminar ministerios, o insertar a los ninis en el servicio militar, o hacer trenes por doquier, y una larga lista de propuestas sacadas como interminables conejos del sombrero o cartas debajo de la manga.

Incluso, cuando los candidatos proponen realizar tareas que corresponden a otros sectores del Estado. Tal el caso de la administración de justicia, tarea que le compete al Poder Judicial.

En suma, un festín de propuestas, parecidas a las que se satirizan en el vals parlamanías, muy apropiado para estos tiempos de populismo y demagogia.


3.- EXPERIENCIA DEMOSTRADA:

Un tercer criterio atiende a la experiencia del candidato en la gestión pública y en la actividad política.

El cargo de presidente o congresista es un cargo político, además de ser un servidor público, y en el caso del presidente, el primer servidor público, además de personificar a la nación.

Es verdad que, para ser elegido, el representante no tiene que ser un técnico o especialista de los temas que abordará en su gestión (que son diversos). Bastaría con que sea un buen político: que convoque, que dialogue, que tome decisiones, que consulte, que sepa escuchar y sobre todo, que se rectifique cuando es necesario.

Pero si su expertise combina la praxis política representativa, la gestión pública y el ejercicio de una profesión que lo acerque a la administración pública (Economía, derecho, administración, contabilidad, etc.) el candidato mejora sus condiciones para el cargo.

La experiencia es algo que no se valora debidamente en la actividad política nacional. Hacer carrera en política equivale, en el distorsionado imaginario popular, a ser un delincuente consuetudinario, a ser un adicto al poder. Las descalificaciones a quien quiere reelegirse o se mantiene muchos años en la política son tan abundantes como absurdas. De nada sirve que un joven haya ascendido en la política, que hay hecho una carrera política, como lo hacían los romanos. Aquí hacer política es cosa de empresarios “exitosos”, artistas reconocidos, profesionales notorios o militares triunfadores, pero nunca de verdaderos políticos.

Un asunto que proviene de un sistema caótico, de la ausencia de partidos y de la falta de compromiso de la población para con la política, que se debe corregir si se quiere que la política sirva al pueblo de verdad, manejando el poder adecuadamente.


4.- APERTURA Y EMPATÍA:

La empatía es un atributo de los nobles de corazón, sensibles e inteligentes emocionales. La empatía nos permite ponernos en los zapatos del otro, ser más tolerantes, y aceptar a las personas como son.

Pero la empatía no es posible sin una apertura de mente, sin personas que estén dispuestas a aceptar los cambios.

Un país moderno requiere mentalidad moderna. El Perú es un país diverso, pluricultural, y ello constituye su riqueza. Negarse a la inclusión, a la aceptación de una realidad diversa; negarse a los aportes de otros sectores culturales del país o del mundo; negarse a la apertura, es negarse a generar la raíces profundas que una sociedad como la nuestra necesita para crecer de una vez, dejando atrás la herencia colonial y la herencia oligárquica. Nuestra gastronomía es el mejor ejemplo de ese diálogo, de esos aportes, de esa fusión tan enriquecedora.

Por ello es que, en un país tan complejo, pluricultural y aún excluyente como el Perú, es necesario no solo tener esa apertura de mente y mucho de empatía, sino además desterrar los discursos de odio que nos remontan a épocas pasadas o que solo sirven para alimentar fobias y temores.

Un candidato que asienta su discurso en la exclusión y en la discriminación, no merece ser presidente o congresista de un país tan diverso y al mismo tiempo conflictivo como nuestro Perú. La unidad nacional es posible desde el reconocimiento de la diversidad y el respeto a todos.


EN CONCLUSIÓN:

1. No debemos votar por un candidato(a) deshonesto(a), con un pasado manchado por el delito, faltas a la ética, o que se encuentre vinculado a la corrupción.

2. No debemos votar por un candidato(a) que no plantee sus propuestas ni haya explicado en qué consiste su programa de gobierno.

3. No debemos votar por un candidato(a) que nos mienta y nos ofrezca soluciones imposibles de llevar a cabo.

4. No debemos votar por un candidato(a) que no transparenta claramente sus gastos ni señala cuáles son sus aportes y quiénes sus aportantes.

5. No debemos votar por un candidato(a) que no tenga experiencia en la actividad política y en la gestión gubernamental.

6. No debemos votar por un candidato(a) que no sepa tener empatía, tolerancia, aceptación y que fundamente su campaña en discursos excluyentes o discursos de odio.

Como ven, la elección para la presidencia ya no tiene que decidirse entre los 18 candidatos. Si se toman en cuenta los criterios antes señalados, se reduce a unos cuantos posibles candidatos, respecto de los cuales tendrán que comparar y evaluar trayectorias y propuestas.

Nos corresponde estar informados sobre nuestros candidatos a la presidencia y al Congreso, y tomar una buena decisión atendiendo a los criterios antes aludidos.

Y recuerden que de su elección no solo depende que tengamos un mejor país en los próximos cinco años, sino fundamentalmente en atender la emergencia de la pandemia y en dirigir la recuperación de la economía.

Que nuestro homenaje al Bicentenario de la Independencia del Perú sea una buena toma de decisión en las urnas, que demuestre que estos doscientos años de marchas y contramarchas no pasaron en vano, y que los próximos doscientos años nos encuentre disfrutando de un bienestar que solo vamos a merecer si entendemos que nuestro presente, caótico y dañino, se origina en los errores del pasado, que debemos corregir ya.

No esperemos otros cinco años más, u otro siglo más para actuar.