Cuándo se hace la consabida pregunta vargasllosiana: ¿En qué momento se jodió el Perú? Resulta difícil saberlo, muchos han ensayado una respuesta. 

Lo que sí es seguro es que se terminó de joder cuando Alberto Fujimori decidió hacerse del poder absoluto que le facilitaron Vladimiro Montesinos y las circunstancias de un país capturado por la irracionalidad. Y ahora, el Perú está a punto, no de rejoderse, sino de irse literalmente a la mierda, si gana Keiko Fujimori. 

No porque el suyo vaya a ser un gobierno de izquierda, centro o derecha, nos encontremos en una grave crisis económica o bajo situaciones de guerra interna o externa; o porque el fujimorismo no pueda llegar a gobernar un país, a la manera que lo hicieron antes otros corruptos, como Alan García, y otros incapaces, como Belaúnde (lo que en verdad es gobernar para el fracaso).  


El asunto es que nuestra sociedad está tan polarizada y hay tantas cosas que separan a los dos grupos en pugna en estas elecciones, pero sobre todo la sensación que del otro lado tenemos a los más corruptos y embrutecidos habitantes de este país, que no habrá forma que puedan surgir acuerdos, un encuentro o la tan ansiada conciliación o reconciliación.  

Y es que no deja de haber razón en quien ve a los simpatizantes de los fujimoristas (que pueden ser muy variopintos) como un montón de imbéciles. La verdad es que hay de todo en ese sector, desde el egoísta interesado hasta el convencido desprendido, desde el militante hasta el simpatizante, desde el confundido o manipulado, hasta el versado analista. Desde el esperanzado, hasta el desesperanzado de otras propuestas. Pero también están los vengativos, los tercos, los engañados por el discurso fujimorista, que, no cabe duda, son los más. No obstante, dan la sensación de ser un rebaño camino al redil (o en este caso, al matadero).


¿Se podría conciliar, pactar o siquiera dialogar con ellos? ¿Con quienes apoyan una candidatura emanada de la más alucinante pesadilla? ¿Con quien se ha rodeado de todas las lacras y males posibles del país (mineros ilegales, transportistas criminales, extorsionadores de construcción civil, narcotraficantes, políticos corruptos, lavadores de dinero, militares y policías que justifican asesinatos, sacerdotes fascistas, religiosos homofóbicos y cuanta miseria humana existe en este rincón del mundo)?

Imposible compartir ideas con quien no tiene capacidad ni inteligencia para el diálogo.

Imposible compartir esperanzas con quien no está dispuesto a reconocer sus delitos, a sus responsables y a sus víctimas.

Imposible compartir proyectos con quien mira al futuro con el cristal de un oscuro pasado.

Imposible construir un país con quien se pone de espaldas a la historia y justifica un ejercicio corrupto de la política.

Elegir a PPK probablemente no augura un buen futuro (aunque el futuro lo hacemos nosotros), pero elegir a Keiko nos mandará directo al abismo, sin posibilidad de acción para quienes queremos un Perú libre, justo, próspero y feliz.

Ahora, antes de volver a realizar la pregunta de Zavalita, que hace unas décadas nos remontaba a males decimonónicos, tendríamos que decir, actualizando la desgracia perulera:

¡En qué país de mierda hemos convertido al Perú los peruanos!

Pero también tenemos que decir que nada está dicho aún, la historia todavía no se ha escrito; nuestros compatriotas pueden encontrar el camino, pero debemos estar vigilantes. Aún podemos reencausar el rumbo del país.

Aún le queda al Perú la esperanza de mirarnos al futuro como una nación digna. 

¡No la desperdiciemos!